Las implicaciones contenidas en la pregunta que Lewis Munford escribió en las primeras líneas de su libro La Ciudad y La Historia: ¿Desaparecerá la ciudad o se convertirá todo el planeta en una colmena urbana? rondan hoy como espectro alrededor del mundo, sin aún sospechas de visibilidad posible; deambula entre la afanosa incertidumbre del pensamiento intelectual de las disciplinas académicas experimentales concurrentes y de las científicas o de las filosóficas. Lo mismo pasa con las inquietudes de los habitantes urbanos y en el eje de los organismos públicos y privados, entre los que la incertidumbre agota el día a día. La crisis y su huella, dimensión y profundidad, que el virus conocido como COVID-19 imprime ahora a la vida en comunidad en todas las geografías del planeta, ha revelado que algo o mucho debe cambiar, en todas las áreas y procesos económicos, sociales y culturales, no solo pensado en términos de la construcción de las urbes y sus efectos sobre la proximidad entre las personas o los riesgos ambientales acumulados.
Entre la huida al campo o la permanencia de lo hasta ahora conocido, las ciudades son parte trascendente para conformar una narrativa diferente en este siglo XXI. En esto se comprenden los nuevos escenarios que los avances de la ciencia y la tecnología generan ya y nos dejan vislumbrar otros sorprendentes escenarios, algunos inéditos o colmados de sustanciales dinámicas de transformaciones que impactan la vida de todos los habitantes del mundo: sus tareas productivas, las de consumo e intercambio, las de vida en común; todas asociadas necesariamente ya a la construcción de una espacialidad inmersa en el impulso y contexto de una visión ecológica y ambiental hacia un futuro sostenible para la sobrevivencia humana.
Entre esta realidad, la desigualdad, la pobreza y la discriminación, exhiben las contradicciones que el sistema capitalista neoliberal extractivista y su antecedente, han dejado, fundido al modelo de vida depredador resultante en todo el mundo; condición sine qua non de la codiciosa acumulación de riqueza en unas cuantas manos. Los movimientos de repugna a esta situación brotan sin aparente dirección por todas partes bajo el impulso de las redes sociales, mientras en la antípoda las fuerzas reaccionarias, conservadoras, racista y de orientación fascista, toman lugar en el espacio social, económico y político, en diversas y contrastantes tipos de populismo.
Concebimos que la humanidad esta instalada ya en una nueva época, razón por la que todo lo anterior, la historia de las culturas, lo que entendemos por civilización y sus lugares, las ciudades, requiere construir otra narrativa en el siglo XXI. Es tiempo de examinar y abordar desde diversos enfoques, la complejidad del presente y sus imaginarios posibles hacia el porvenir. Ante las crisis trasladar las ideas hacia una discusión que permita examinar a fondo el porque llegamos a donde estamos; reflexionar y hurgar en los rincones y bordes de los paradigmas vigentes, para preguntarnos sobre la Utopía moderna ... ¿ya aniquilada? …o la posible versión de una Distopia… ¿solo pasajera? en el transita hacia, ¿una nueva u otra diferente normalidad?... y su significado.
Más allá del simple concepto de lo urbano, es necesario establecer un dialogo permanente, necesario, abierto, crítico, ahondar en el debate acerca de la complejidad que significa estudiar, investigar e innovar los ejes del pensamiento y concepción de todo lo relacionado con las ciudades; que involucre instituciones e individuos interesados en el futuro de las comunidades del mundo. La desigualdad y la devastación del planeta que marcan la realidad del presente así lo exige.
Daniel González Romero
Director del Instituto
Foto: Marc Imhoff/NASA GSFC, Christopher Elvidge/NOAA NGDC; Image: Craig Mayhew and Robert Simmon/NASA GSFC, Public domain, via Wikimedia Commons